La caza fue una de las principales actividades de la Edad Media. Ya fuera por deporte o por necesidad, la caza la practicaban tanto nobles como el pueblo llano.
Dentro de la Caza como deporte, destaca en la Península la llamada Montería Norteña, que se desarrolló en la mitad norte de la península (Galicia, Asturias y Cantabria) coincidiendo con el periodo del reino Astur-leonés. Consistía en la caza de grandes bestias (principalmente osos y jabalíes y lobos en Galicia) con ayuda de sabuesos.
La forma más común de practicar la montería era la caza del jabalí a traílla. Los nobles iban a caballo armados con lanzas generalmente, acompañados por sus monteros a pié portando a los perros con la traílla (una cadena de metal de varios metros que se enganchaba al cueñño del animal para que no escapara, pero dejándole bastante margen). Se buscaba el rastro del animal durante la noche y, una vez hallado, los perros se encargaban de seguirlo hasta el lugar donde la bestia se encontraba durmiendo. Una vez encontrada a la bestia, se soltaba a un grupo de perros (entre 2 y 10) que, sin atacar al animal, lo perseguirán hasta atraerlo al lugar donde se encuentre uno de los cazadores escondido listo para abatir al animal una vez fuese atraído por los perros.
Las batidas de caza solían componerse entre 10 y 20 hombres armados con arcos y/o lanzas y con un total de entre 5 y 15 perros. Normalmente las cacerías se empezaban al amanecer y se volvía a las ultimas horas de la tarde. Cabe mencionar que la ballesta se ideó como arma de caza en el siglo IX a los habitantes de la isla de Mallorca.
Existen numerosos textos sobre el arte de la montería cómo actividad. Entre ellos destacan el Código de Monterías, escrito en 1180 por Sancho VI de Navarra; Los apartados 16 y 17 del Fuero Real de Alfonso X que dicen “no se tomen los animales salvajes mientras el cazador vaya tras ellos”, así como en el Código de las Siete Partidas donde define la caza cómo “la caza es el arte o sabiduría de guerrear y de vencer”; además, tanto en el Código cómo en numerosos Fueros de las diferentes regiones (la mayoría copiados tal cual del Fuero Real) defendían que la fauna de caza, en terrenos de propiedad privada, eran pertenencia exclusiva del dueño de la finca.
Dentro de la Caza de Montería, se engloba la denominada cetrería, una modalidad de caza muy particular, cuyos orígenes se remontan a tiempos de Genghis Khan. Se trataba pues de la caza de pequeños animales mediante el uso de aves entrenadas para ello. Aunque en origen era un medio de subsistencia, la cetrería se fue especializando hasta convertirse en un deporte de nobles en la Europa del Medievo.
La caza con aves fue importada a la Península por los visigodos, que la traían de tierras germanas. La cetrería se impuso en su forma más primitiva, siendo practicada en la modalidad de Accipíteres (con Azores y Gavilanes). Este tipo de caza consiguió hacerse con una importancia tal que, de hecho, “azor” deriva del latín “astur” o asturias que significa tierra de azores (en referencia a los famosos azores asturianos) y la palabra “cetrería” de “acetrería” término medieval con el que se designaba al “acetrero” o “azorero” que practicaba el bajo vuelo .
Con la invasión Musulmana de a Península, se incorporaron mejoras que permitieron el desarrollo de la cetrería. Se trataba de la incorporación de ciertos elementos como la caperuza (vital para el adiestramiento de las aves) o el uso de nuevos tipos de ave como el Halcón (que acabaría imponiéndose como raza por excelencia para la caza).
Y es que la preparación de un ave para que pudiese ser empleada en la caza suponía un desembolso importante y varios años de entrenamiento del animal. Así, el precio por el rescate de un ave cuando era capturada en una contienda podía ser superior al rescate de 500 prisioneros. Otro ejemplo es una fazaña de Ávila por la cual, se castigaba a un campesino a ser desollado y puesto al sol por haber matado con una ballesta al ave favorita del Señor de Ávila (en defensa del campesino hay que decir que el halcón se estaba llevando una de sus gallinas y el pobre campesino lo creía salvaje)
La edad media se considera la edad de oro de este arte, y es muy común encontrar referencias a las aves en los textos de la época. Así, se sabe que se pagó un Azor por la independencia de Castilla, o incluso en el Cantar del Mío Cid se dice que éste lloró cuando sus aves fueron soltadas antes de su destierro. También en "El Conde Lucanor" encontramos referencia a un cetrero del infante. Otros ejemplos de escritos acerca de la cetrería son las Partidas de Alfonso X o el “De arte venandi cum avibus”, un tratado del emperador Federico II Hohenstaufen del siglo XIII compuesto de seis libros y que se considera uno de los mas extensos e importantes tratados de cetrería.
Incluso se podía adivinar la categoría del hombre dependiendo del tipo de ave que portara. Así nos encontramos con que el Halcón Gerifalte era portado por un Rey; si, por el contrario, portaba un Peregrino se trataba de un Conde; un Azor era símbolo de un burgués venido a más; si estábamos ante un sacerdote, posiblemente llevaba consigo un Gavilán. Por el contrario, los campesinos y peones empleaban aves de presa para llevar sustento a sus casas, a pesar de que estaba prohibido ya que la práctica se reservaba a la nobleza.
Era común que se combinasen la cetrería y la montería ya que la complicidad y el tiempo que suponía el rastreo de la presa de montería permitían que se volasen las aves por ser una caza más espontánea.
Cabe destacar la figura del cetrero y el montero, quienes se encargaban de entrenar y preparar a los respectivos animales del noble en cuestión. Normalmente se trataba de villanos que contaban con el favor de su señor para el trato de los animales y que disponían del privilegio de la caza exclusivamente para su labor con aves y perros, aunque se le permitía su sustento con las piezas ganadas.
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