18 de julio de 2011

De cómo salvóse el corregidor de la Castilla de su vil muerte

El texto que se presenta a continuación fué encontrado la semana pasada entre los archivos de la Biblioteca Nacional. Se trata de un texo escrito alrededor del año 1340, justo después de que Yusuf I derrotase a la flota Castellana del almirante Jofre Tenorio. La autora se llama Auria de Onís, ya se han encontrado textos de la misma sobre temas de herbología y medicina. La peculiaridad de este exto respecto a otros de la misma autora es que éste se trata de un diario de viaje de la autora. Si bien el texto es bastante amplio, adjunto una entrada del mismo, el cual relata un incidente sucedido en la localidad murciana de Lorca, del cual ya teníamos conocimiento del mismo por algunos fajos del archivo municipal, pero carecíamos de la información exhaustiva y detallada del hecho que nos ha proporcionado este documento. Debido al estado del texto me veo obligado a hacer una transcripción del mismo para conservarlo y para facilitar su comprensión:

Decimo y sexto de Junio del año de mil trescientos y cuarenta de Nuestro Señor.
Partimos mi hermano e yo desde el puerto de Mazarrón tras la derrota en mar camino de Galicia. Cuando vimos los muros y el castillo de Lorca era media mañana, llegando a ella para comer.
Hospedamonos en la posada del Cuervo Negro, regentada por Maese Pedro y dispusimonos a conversar en una mesa. Presto comenzaron a llegar parroquianos, llamónos la atención la entrada de un hombre bastante bajo e con aspectodel norte, asi pues, Xose invitóle a nosa mesa. Según se acercaba vimos una horrible quemadura en la cara. Presentóse como Patxi Guijarro, comerciante natural de tierras vascas, venía tamién de Mazarrón e dirigíase a Bilbao. La conversación que dió fué agradable y no tardaron en hacer buenas migas mi hermano y él.
Poco después, e seguramente llamado por el estruendo de la voz de Xose e Patxi, presentóse a nuestra mesa un joven que hubo llegado despues de nosotros. Era joven, más bajo que mi hermano, pero no tanto como Patxi; llevaba espada al cinto e también parecía soldado. Llamóse Pedro Marín, y era alguacil de la ciudad de Toledo. Ofreciónos guardar camino hasta Albacete, proponiendose como guarda en caso de que los bereberes atacaren nuestro grupo. Antes de que le diésemos respuesta, de nuevo apareció un hombre en la entrada de la casa. Al instante Xose se levantó con brazos abiertos en dirección al nuevo comensal. Tratábase de Cibrao de la Rosiña, compañero de navío en los pasados días y vecino de tierras gallegas, asique presto ofrecimosle silla y de nuestra mesa. Conversamos los cinco de la vuelta al hogar. Se acordó seguir la idea de Cibrao: buscar de oficio en Lorca para costear los pasajes de galera al norte, cosa que a Pedro no le agradó.
Al rato de comer dispusimos a visitar la plaza en busca de ingreso, más al salir Xose chocóse en la puerta de la del Cuervo con un alma bien vestida; a punto Xose estuvo de atizar al pobre desgraciado, pero raudo pidió nuestra ayuda, pues decía que perseguíanle. Salimos pues de la casa, mas al girar a un callejón asió a Xose por los cuellos de la camisa  y muy nervioso dió suplicas de ayuda, de que debía acabar con unos hombres que decía enemigos de su familia y que disponoiase a pagar lo que fuere por ello. Patx, Pedro y Cibrao tranquilizaron al hombre y a la bestia que era Xose en ese momento, y tras dialogar acordamos de precio los cinco pasajes de Galera. Asique tras el incidente decidimos seguir a nuestro contratador.
Entramos por una corrala hsta llegar a una habitación; el hombre de las ropas acomodóse tras una mesa junto a otros dos no peor vestidos que él.
La dialéctica limitose al acuerdo que nos disponíamos a aceptar. Habíamos de matar a dos hombres, jinetes ambos, a la noche, posiblemente acompañados de tres o cinco hombres de armas para el camino. El precio se acordó en ciento maravedís por boca e los pasajes de galera, pagando cincuenta monedas al momento.
Al salir dirigimonos a la plaza, donde comenzaban a colgar pendones de las balconadas e ventanas. Preguntamos el por qué de los festejos, e una vieja dixome de que a la noche venía don Diego de Córdoba, corregidor de la Castilla e que venía a tratar temas de impagares de Lorca.
Partimos despues a los extramuros para preparar nuestro menester de la noche e pensamos en emboscar el camino a la llegda de los jinetes. A la vuelta de Lorca entramos en una taberna a refrescar la gargante. Allí dixonos el tabernero de los problemas de Lorca desde que Fernando Martinez regentaba el cabildo e de los problemas con los impuestos que daba la ciudad al nuestro rey. Entonces irrumpieron tres guardias en la posada seguidos por uno de los contratistas de la corrala, e se dispuso a interponer denuncia de que nos disponíamos a asesinar al Corregidor, e unieronse al grupo otros tres guardias que estaban de beber a nuestro lado.
Entonces de esto Pedro dirigiose al grupo de soldados e tras disponer de unas palabras, golpeó en la pierna de un soldado, cercenandola e caiendo el guardia al suelo, e dispusimonos a correr, e salimos a la calle por la puerta trasera de la taberna, mas no teníamos perseguidores. Seguimos hasta las puertas de Lorca para continuar la labor, más en la puerta vimos cómo se reunía el hombre con más guardias e nos pidieron presos, e nos entregamos e nos quitaron las armas.
Salimos de lorca escoltados por la guardia e el hombre, más ellos salieron con nos. Al rato vimos de dos jinetes en el camino e de diez ballesteros reales que acompañabanles. Uno de los jinetes se presenta como Don Diego de Córdoba, e habla al hombre de las ropas como Íñigo. Tras cambiar palabras ambos, Iñigo lo invita a visitar Las Atalayas e dirigimonos los treinta y siete hacia allí.
Las Atalayas tratabase de cuatro torres que cerrabanse formandose en un solo cuerpo e donde en cada torre disponíase un ballestero. Allí nos encontrabamos los treinta y siete cuando Xose advirtió a Don Diego de que querían darle muerte, e un guardia atacó a un ballestero. Entonces comenzó la disputa e presos nos, tratamos de facernos con nuestras armas. Pedro lanzóme un trozo de flecha que habiase escondido en el peto e presto él robóle la espada a un guardia. Mientras Patxi disponíase a apartarse de la pelea, Xose e Cibrao peleabanse con los guardias que asían sus enseres e yo le clavé la punta al guardia que custodiaba mi arco, hiriendo profundo he facindole sangrar. E de esto que recuperamos nosas armas e Xose intentó herir al guardia, más en la confusión del combate, agachóse el maldito e hirió a Cibrao en la espalda, e cayó al suelo. E mientras Iñigo disponíase a tirar a Don Diego del caballo, e Patxi desdel fondo lanzó un brasco que dióle al traidor en el brazo e empezóle a salir humo, e yo aprobexé e le disparé, hiriendolo en el pecho, e Don Diego presto apuñalóle en el hombro. E cayó muerto. Entonces que cesó la disputa e que el Corregidor dirigióse a nos e nos pidió los nombres, e nos compensó con los pasajes de Galera e pagonos cien monedas.
Desto ha ya quince dias. Patxi, Xose e yo partimos en galera el norte, e Cibrao que esta herido también. Pedro quedóse en tierra e recibió montura e guardia para volver a Toledo.

E así es cómo salvóse el Corregidor de Castilla e de cómo los rufianes Iñigo e Fernando Martinez pagaron sus fechorías.

1 comentario:

  1. Muy bien descrita, la verdad es que me gustó mucho esta partida y Patxi me gusta como personaje, bien es sabido que no es bueno con las armas aunque sabe el manejo de todas ellas, pero se puede sacar mucho partido de otras maneras, jejeje (^_^)

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