Aunque ya han pasado varias noches, parece que lo acontecido en Navata, que ojalá arda en el más profundo fuego del abismo nos persigue todavía. Y, coincidencia o no, producto de los designios divinos o de la locura del que ha compartido mesa con la muerte, se acaece que por donde nuestras tristes ánimas deambulan, la desgracia y la muerte pasean con ellas. Pero parece que en medio de la tormenta asoma algo de claridad, y es que, por cosa de los hazares, del sino y del tránsito de almas en este camino; uno de los Perros de Dios ha tenido a bien compartir el camino con la comitiva del Señor del Sella. Pero estoy siendo demasiado apresurado y mi mano se adelanta a la cabeza, puede que por nervios o porque este endemoniado frío ralentiza mis pensamientos. Asique comenzaré por donde quedó la última vez.
Despues del rágico destino de Jofre, partimos raudo dejando Navata atrás, corriendo como almas perseguidas por el Caído. Tras varias horas con el espanto clavado en nuestra memoria, pudímos ver a lo lejos una columna de humo que, con la esperanza de encontrar cobijo y un plato de sopa caliente en breve, ese aparente escaso trayecto se fizo una caminata de varias horas hasa llamar a la puerta de un monasterio. Llegando en las primeras horas del Segundo de Enero Anno Domini de 1339.
Se trataba del monasterio de San Gabriel, cerca de la primera parada de Joan, Besalu. Un convento de fría piedra y doble claustro que servía como alto para los peregrinos de Santiago y los viajeros que, como nosotros, se disponen a cruzar tierras Barcelonesas o como un pequeño hospicio donde los leprosos acudían a fenecer. Me sorprendió que en un edificio religioso como éste hubiese caballerizas, más Prim aclaró que era común que los hubiere en zonas tan transitadas por viajeros.
Más que por hallar el placer del descanso y de un colchón de paja, hicimos noche en el claustro por necesidad. Las heridas de Joan empeoraban y necesitaba de una sangría y de un galeno, además el Señor Xose no había salido bien del Freser, cogiendo el mal del frío que se había pegado a sus huesos.
Durante la escasa, pero agradecida, cena, setose el Abad en nuestra mesa a tratar de asuntos urgentes. Joan frecuentaba San Gabriel por razón de sus faceres comerciales, asique es conocido de gran parte de este convento. Como favor personal, el catalán pidió de recibir la Extrema Hunción en el lecho de paja donde lo han acogido. Su ultima voluntad nos es stricta vinculae, hemos de ir a saldar deuda con Marçal Llorenc, en Ribes del Freser, al norte de Ripoll. Este oficio le es muy importante, puesto que la vida de la mujer y los hijos de Sabastida pueden peligrar si no se paga a Llorenc.
El viaje a Ribes del Freser supone seis jornadas de camino que nos alejan de la ciudad de Barcelona, pero Xose insiste en que prestó su honor para defender al comerciante. Partiremos por la mañana.
Las diferentes mesas se sitúan rodeando el hogar, ocupadas por hombres de variada procedencia. Es común escuchar conversaciones sobre el tiempo, desde que hace más frío del habitual, hasta las malas cosechas, y los más agoreros hablan de un mal año. En la mesa a nuestra diestra se sienta un monje con hábito negro que no cesa en su empeño de mirarnos.
De súbito, un grito invocando al altísimo rompe lo monótono del comedor, y un portazo sesga la escena. Un sacerdote entra en el claustro y el fraile de negro se acerca a él.
Seguimos a los dos clérigos a una celda donde hay un cuerpo ahorcado de un hábito al techo. Está desnudo y ha rajado en su vientre unas palabras que llevan toda la noche martirizando mi pensamiento: Cuando el viento aúlla tu muerte, el Diablo busca tu alma.
El fraile del hábito negro, después de hablar con Prim se presenta como frai Lázaro de Barcelona. Nos propone acompañarnos en nuestro viaje hasta el burgo, a lo que nadie pone reparos, pero le advertimos del peligro del camino. La cena prosigue y diversos temas siguen a otros. El padre Lázaro habló días antes con el abad; el hombre de la celda era frai Güifré, el deán del monasterio, los últimos días su actitud cambió, arrancose los ojos y, amarrado en su lecho, repetía una y otra vez que el Señor había abandonado estas tirras. Xose no puede evitar saciar su curiosidad con preguntas sobre Barcelona y la boda de su hermano, a lo que el fraile habla de un estar receloso de las gentes, además de una extraña migración de cuervos en la noche de San Silvestre.
Despues de la conversación, hemos marchado a dormir las escasas horas que quedan hasta el alba. Mañana partiremos a Ribes del Freser, Joan y Xose permanecerán en cama hasta nuestro regreso, dejando el cofre con nuestro jornal como si éste fuere del padre Lázaro.
Mañana partimos, pero no hago más que confundir mi mente pensando en lo ocurrido en Navata y en el fin del dean y en esas palabras que taladran mis pensamientos.
Cuando el viento aúlla tu muerte, el Diablo busca tu alma
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