With +Kokuro Enzo as Franz Dienner
And the special collaboration of Samuel L. Jackson as Lauren Lubanga and Jamie Foxx as Nangila Dibotti
Directed by +Panchodik Yifu
Produced by +Nosolorol Ediciones and +Aker Codicem
Written by +Pedro J. Ramos
Este Domingo, tras la partida que tuvimos que dejar a medias en Hobbyton, Pancho se propuso dirigirme una partida de Eyes Only, concretamente "Aviso Final". Y, siguiendo con el título, el aviso final de esta entrada son los posibles Spoilers. Si tenéis pensado jugarla, dejad de leer justo......... AQUÍ
Mi nombre es Franz Dienner. Hace unos años comencé lo que creí un trabajo para la CIA. Todo lo que yo creía honesto resultó ser un engaño, una coacción por la cual, no se cómo, acabé enrolado en una sociedad conocida como "La Liga de los Nueve". Desde entonces, me he visto envuelto en una espiral de la que no he logrado salir... hasta ahora.
Como siempre, me encontraba en mi apartamento, alejado de mi familia, a la espera de que no les ocurriese nada y de que no sonase el teléfono una vez más, eso significaría un nuevo trabajo, ayudarles en dar su siguiente paso.
Pero no fue así.
Su contacto conmigo me dijo que requerían mis conocimientos de francés. El hecho de ser canadiense ha sido mi bendición y mi perdición laboralmente. Esta vez tocaba ir a Mónaco, coincidiendo con el Gran Premio de Fórmula 1. La misión era sencilla. Quitar y poner. La víctima: Laurent Lubanga, un señor de la guerra subsahariano que ha dejado de comprar armamento a la organización. El alzado: Nangila Dibotti, la mano derecha de Lubanga. Debía quitar de en medio a Lubanga y dejar a Dibotti al mando de su guerrilla, pero debía dejarle muy claro que "Con los Nueve no se juega". Tenía 3 días para hacerlo, el fin de semana que se alojarían para disfrutar de la carrera. En principio se trataba de un trabajo rutinario.
Llegué a Mónaco el viernes. Además de la maleta de mano, llevaba conmigo una 9mm, un bolígrafo-táser, el llavero-inhibidor de frecuencia, el cinturón con cable de acero y mi smartphone.
Dediqué la tarde a observar el escenario. Lubanga se alojaba en la última planta de un hotel de lujo situado frente a la parrilla de salida. El hotel estaba lleno de agentes de la seguridad privada del objetivo, luego la entrada frontal me iba a ser casi imposible. Por suerte detrás del hotel había un bloque de viviendas dos pisos más altos que el hotel, lo que me facilitaría el acceso.
El sábado amanecí pronto, aprovechando los entrenamientos como distracción. Subí hasta la azotea del edificio de viviendas. Desde ahí pude ver la azotea del hotel sobre la que había un par de agentes. El terreno era muy llano, unos 200m de largo hasta el final de la azotea, y solo contaba con un par de estructuras de ventiladores y la casetilla que daba acceso al propio hotel.
Me dejé deslizar con el cinturón hasta el hotel, con cuidado de no alarmar a los vigilantes recogí el cable y me coloqué tras el primer ventilador. Inmediatamente activé el inhibidor para reducir las posibilidades de saltar la alarma. Por suerte los dos homkbres estaban lo suficientemente separados, con lo que podría encargarme de cada uno de forma individual. Una patada en la estructura metálica del ventilador sirvió para llamar la atención del de la derecha, que comenzó a avanzar hacia mí mientras metía la mano en la chaqueta, dispuesto a sacar un arma. En ese momento, saqué el bolígrafo mientras le rodeaba. Una vez detrás de él, con un rápido movimiento, introduje el brazo en el hueco que formaba su codo, alejando su mano del arma, mientras con la otra le asestaba una descarga en el cuello con el táser del bolígrafo. Una vez inconsciente, BINGO!, llevaba una 9mm con silenciador. Un tiro debajo de la barbilla y desde entonces duerme para siempre. Con el otro empleé exactamente la misma técnica, quedando mi camino abierto hacia el interior del hotel, ahora con un par de 9mm con silenciador, lo que me facilitaría las cosas.
Una vez dentro, llegué a la planta donde se alojaba Lubanga. Aparentemente tenía 6 habitaciones, 3 en mi lado y 3 al contrario. Discretamente me desplacé por el pasillo. La primera habitación estaba vacía, la segunda parecía albergar a una pareja de Qatar y la tercera a un matrimonio chino que no hacía más que discutir. Asomé la cabeza por la esquina que daba a la entrada de la planta donde se situaban los ascensores. Allí se encontraba un imponente negro trajeado, de los agentes de mi objetivo, aunque, por suerte, parecía dormitar, lo que me facilitaría el paso.
En un intento por ser discreto, traté de forzar la cerradura magnética de la habitación de los Qataríes para asegurarme un disfraz empleando una descarga con el bolígrafo, pero no iba a ser tan fácil. Así que me decidí por una acción directa. Pasé tras el agente y, una vez encañonado, apreté el gatillo. Vía libre.
Doblé la siguiente esquina, dando directamente con el pasillo en el que estaba la habitación de Lubanga.
Una pareja de Estadounidenses estaba saliendo de la habitación. No podía arriesgarme a dejar testigos, ya que la liga no respondería por mí en caso de que fracasase. Una vez los pasé de largo, se incorporaron 2 víctimas más a los daños colaterales de la misión. Me tomó poco más de 5 minutos meter los 3 cuerpos en la habitación vacía. Una vez tenía todo asegurado, me metí en la habitación de los yankees. Una chaqueta serviría para tapar una de las armas. Después me dediqué a vaciar una de las maletas y con ella en una mano, y la chaqueta en otra, me planté delante de la habitación de la víctima.
La coartada era simple, llamaría a la puerta diciendo que era un turista al que le habían dado esa habitación, pero que debía haber un problema. En ese momento me colaría dentro.
Efectivamente, nada más llamar, un tío de las mismas características que los anteriores abrió la puerta, al fondo, frente a la ventana, Lubanga. La entrada fue sencilla: golpeé al agente con la maleta en la cara, dejandole confundido el tiempo suficiente como para lanzarle la maleta, disparar en el pié y, una vez en el suelo, a la cabeza. Cerré la puerta con el pié y pegué un tiro de advertencia hacia el cristal, a escasos centímetros de la cabeza de Lubanga.
Laurent Lubanga |
Me metí dentro de la habitación de los estadounidenses justo a tiempo para no ser interceptado. Esperé unos segundos y saqué las dos armas. Tiré la puerta de una patada y ví a dos hombres: uno estaba forcejeando la puerta de la habitación, mientras el otro comenzaba a bajar las escaleras. No se esperaban mi aparición así que aproveché su sorpresa para asestarles dos tiros a cada uno, dejándolos fuera de juego.
Tras hacerme con sus cargadores, bajé por las escaleras del hotel hasta salir a la calle. Una llamada a mi contactó me facilitó un pase para la sala VIP 3, ya que Lubanga, una vez enterado del ataque a su suite, había decidido ver la carrera desde una de las salas privadas situadas sobre Boxes.
Llegué al recinto tras pasar por mi hostal a cambiarme la ropa, necesitaba aparentar ser un snob ricachón para pasar desapercibido. Me personé allí unos minutos antes de que comenzase la carrera. Pasé un par de minutos frente a la sala VIP 1, donde iba a estar el objetivo. En el momento en que entró uno de los camareros pude ver el conducto del aire acondicionado. Ya tenía una vía de entrada. Seguí recto, pasando las otras dos salas y las cocinas, hasta dar con el servicio. Una vez dentro, me metí en el váter central, donde había una rejilla del conducto de aire. Conseguí levantar la reja, pero la cantidad de aire helado que circulaba por la estructura metálica me iba a dificultar demasiado el camino. Necesitaba otro medio de entrada.
Salí y seguí recto por el pasillo hasta dar con una trampilla que bajaba la escalerilla de la azotea. Una vez en el exterior, pude ver los cajetones del aire acondicionado. Un par de cables cortados con la navaja soltaron un chispazo que me dejaron el brazo dormido unos minutos, pero tendría el paso del aire desconectado, con lo que podría retomar ese camino. En esta misión tenía la suerte de mi lado y, al bajar la trampilla de las escaleras, no había nadie, de manera que seguía sin delatarme.
Un nuevo viaje al servicio y me metí en el tubo de metal. La carrera había empezado y el estrépito del público, el ruido de motores, y los pijos atentos a la carrera, harían que no se fijasen en el cambio de temperatura ni en el ruido que pudiese hacer.
Después de pasar por la cocina y las salas 2 y 3, llegué a la salida de aire sobre la sala 1. Allí estaban Lubanga y Dibotti hablando en un sofá. Solté la rendija y saqué ligeramente la cabeza. La situación del conducto tan elevado me impedía ver bien, pero al ampliar la visión pude descubrir al agente situado frente a la ventana.
Nangila Dibotti |
Desde detrás del sofá agarré por el cuello a Lubanga, encañonándole con la pistola en la otra mano. El cabrón empezó a gritar. La cosa se ponía tensa y no podía tener a 2 tíos descontrolados en la habitación. Dí 3 tiros, el primero falló y se clavó en el vidrio blindado de la ventana, pero los otros dos abatieron al agente. Ahora estaba todo más controlado.
Los gritos de dos agentes sonaban al otro lado de la puerta, pero a este lado tenía también los berridos de Lubanga. Me estaba empezando a poner de los nervios.
Sonó un "¡¡QUE TE CALLES!!" y un golpe seco. Cuando me quise dar cuenta, tenía al objetivo sangrando por la sien con un golpe que le había pegado con la culata del arma.
"Sabes que con los Nueve no se juega". Un tiro y los sesos de Lubanga se derramaron por toda la habitación. "Los Nueve te quieren ahora a ti al mando, más te vale no olvidar de qué son capaces".
Dibotti estaba lo suficientemente acojonado como para cooperar. Así que conseguí salir sin ningún problema de la sala VIP.
Me dirigí hacia las escaleras en sentido contrario a la habitación, cuando vi a Dibotti hablando con el tío que estaba en la puerta mientras me señalaba.
Comenzó una carrera en la que yo huía del negro trajeado que me perseguía. Conseguí girar una esquina después de dejarle un poco atrás, pero delante de mí había un paso a nivel con escaleras, y al otro lado el control de acceso a Boxes y a las salas exclusivas. No podía arriesgarme.
Decidí pararme en seco y esperar a mi perseguidor. Con la mano izquierda saqué el táser, mientras con la derecha preparaba la hostia que iba a llevarse el agente según cruzase la esquina. Efectivamente, giró y lo derribé del golpe, pero no lo conseguí noquear. No había problema, un calambrazo directo a la columna vertebral le dejaría unos quince minutos de sueño, cuando no veinte. Pero según me levanté del suelo, un agente de seguridad del recinto se dirigía hacia mí, tartamudeando en un perfecto francés intentando explicarse lo ocurrido. Antes de que se diera cuenta, le había derribado empleando el cable del cinturón y, una vez más, la pluma demostraba ser más fuerte que la 9mm. Tranquilamente salí de Boxes, pasé el control y me perdí entre la multitud.
Por desgracia, un fallo de novato casi me descubre, ya que la gente comenzaba a perder la cobertura móvil a mi paso. Un click en el llavero y listo.
Al llegar a Toronto, envié el informe pertinente a mi contacto.
Y es que, por más que los odie y quiera abandonar... Con los Nueve no se juega