Hace ya bastante que me embarqué en el mundo del rol, y fué precisamente de la mano del juego en el que se centra este blog: Aquelarre. Aún recuerdo mi primera partida (y, por desgracia última hasta hace bastante poco) cuando tenía apenas 10 años y me enseñaron el libro de Pandora, el de tapa negra. Desde entonces siempre anduve detrás de este uego y, por azares del sino, no dí con él ni caí en su recuerdo hasta hace un par de años que conseguí hacerme con un Aquelarre la Tentación de segunda mano comprado en Ebay... Se que no puedo hablar de nostalgia como todos esos jugadores que se embarcaron en la aventura que es Aquelarre desde sus principios, ese 13 de Noviebre de 1990, 3 meses después de que un servidor llegase a aquese mundo, pero aun así Aquelarre siempre ha tenido un hueco especial en mí. Y, aunque mis comienzos con Aquelarre fueron por desgracia muy breves, pero fué mi primera toma de contacto con este mundillo del que ya no me veo capaz de abandonar. En el mundo del rol, nací con Aquelarre, mamé y crecí con D&D, me desarolle con Vampiro: La Mascarada y es ahora cuando alcanzo mi madurez con Aquelarre, volviendo a mis inicios.
Esperé una vez 8 años hasta que conseguí mi primer manual de Aquelarre y ahora me encuentro con una nueva edición encima de mi mesa, aguardando que me sumerja entre sus páginas, que vuelva a beber de ellas y que sea una vez más un fiero Almogávar, un pastor gallego o continúe siendo este humilde juglar que os acompaña por esta página, el joven Íñigo Márquez.
Tengo ante mí un nuevo aquelarre, y estoy listo para volver de nuevo a esa época de castillos, caballeros y princesas, donde el castillo es una torre ruinosa humillada por los años; donde el caballero apenas puede asegurar su sustento un día más y que la herrumbre de su espada no le permite ponerla al cinto; y donde la princesa no espera a nadie, no es virgen y, desde luego, se abrirá de piernas ante el primero que le diga cuatro palabras bonitas. Y es que, ¿Quien dijo que la edad medía era tan bonita como en las películas de los 60? Seamos sinceros, la utopía no vende.