Tras el parón post-navidad y el pre, inter y post-exámenes ya va siendo hora de volver a la carga, que le estaban empezando a salir telarañas al blog.
Estos días se ha hablado en alguna ocasión acerca de los juegos de rol históricos, saliendo a la luz un tema que me pareció bastante interesante. Concretamente sobre la ética dentro de los juegos históricos. En este sentido, como rolero de juegos históricos y, en última instancia, como historiador (que la desviación profesional siempre me sale... más aún cuando terminé hace menos de una semana los exámenes...) me gustaría tratar este tema. Aunque cada máster tiene su forma de dirigir y cada mesa de juego es un mundo.
Un juego de rol ambientado durante un periodo histórico, sea el que sea, tiene claras diferencias respecto a temáticas de fantasía, ciencia ficción y demás. Lo más evidente es la forma de jugar. En mi caso, intento siempre dos cosas. Lo primero es que los jugadores aprendan algo durante la partida, ya sea de la sociedad, los hechos o lo que sea. Para ello, siempre creo necesario una pequeña "clase de historia" introductoria, al menos para que los personajes sepan en el contexto en que se mueven (lo que no es muy distinto de cualquier partida). Lo segundo es crear una buena partida históricamente correcta e intentar que los jugadores se diviertan metiéndose en un personaje de la época.
Esto supone una doble colaboración por parte del director y de los jugadores. El director debe tener al menos cierto conocimiento histórico del periodo en el que se ambienta lo que, una vez más, también es algo bastante obvio dentro de otras temáticas. En cuanto a los jugadores, deben tener una mentalidad abierta para saber introducirse en los personajes, muchas veces, vistos desde una perspectiva actual.
En este aspecto, creo que, a la hora de jugar, al igual que cuando se estudia, hay que dejar de lado las valoraciones personales, ya que la historia, simplemente, fue. Del mismo modo, creo que no tiene sentido criticar una interpretación rigurosamente histórica de un personaje. El hecho de que en Comandos de Guerra lleve un personaje de la Wehrmacht no significa que comparta sus ideales.
En este sentido, me sorprende cuando algunos jugadores se sienten ofendidos cuando, por la clase social o el sexo de sus personajes, no pueden tener según qué profesiones, o ejercerlas de incógnito; pero, en cambio, a la hora de jugar a cualquier otra temática, no les tiembla la voz a la hora de robar, asesinar, violar a la hija del tabernero o hacer esclavos.
Aunque esto ya es pasarse un poco |
Recuerdo varios casos en el que se ha criticado el juego del Capitán Alatriste por el hecho de que una mujer no puede ser valentón, por ejemplo. Para mí es un caso bastante ilustrativo ya que, la profesión se puede ejercer sin problema pero, eso sí, el personaje en cuestión tendrá que travestirse (y muchos casos reales se han dado y hasta se han representado en el teatro de la época). Esto también fue rebatido en varias ocasiones y, en cuyo caso, yo propongo dos soluciones: 1. Reinterpreta las reglas y el trasfondo, eso sí, no estarás jugando Alatriste, sino TU juego personal de capa y espada no histórico (opción totalmente correcta). 2. A lo mejor este juego no es lo más acertado pero, siguiendo con la temática, tienes otros juegos mucho más acertados, como 7º Mar.
Pero el mismo caso se puede dar en otros juegos. Aquelarre, por ejemplo. Recuerdo una partida, posiblemente la peor que he dirigido (por los jugadores, no por la partida). En la que tenía un jugador con un bardo con 20% en música y leyendas y 80% en arcos y un soldado que había amaestrado ¡Un lince!. A parte de un jugador que se cabreó en mitad de la partida porque decía que su personaje no tenía que morir si se intentaba pegar con un gólem. Efectivamente, la partida fue un auténtico desastre, que más pareció una mala partida de D&D que una de Aquelarre.
A esto me refiero |
Por salirnos un poco de los juegos con espadas, si nos metemos en juegos de edad contemporánea, concretamente en el caso de los años 20 como Omertà o Cthulhu, es inevitable que se observen ciertas conductas que ahora mismo no son en absoluto correctas. Esto no quiere decir que el autor, editor, director o jugador las compartan, del mismo modo que si yo estudio Historia Medieval, tampoco tengo por qué compartir el teocentrismo de ese periodo. Cosas como la discriminación racial, la xenofobia, antisemitismo, sexismo y homofobia, son actitudes criticadas desde hace relativamente poco (en términos históricos, desde hace 5 minutos). Es por esto, que no nos debe extrañar que personajes negros no puedan entrar en determinados bares, o que los personajes femeninos carezcan del protagonismo social y político de los hombres (salvo en determinados ambientes, como el mundo del espectáculo o de la noche, en cuyo caso también quedan supeditadas a un jefe o manager).
Es cierto que el director, para que todos los jugadores se diviertan, debe intentar que estos casos no se den de forma radical y continuada, pero es inevitable que aparezcan en algún momento, de forma directa o indirecta, si se juega (bien) una temática de estas características, me da igual que sea siglo III, XIV o XX.
Salud y rol